Es la respuesta que me doy a una pregunta que me hacía a mi misma... ¿Se pueden criar berenjenas en una maceta?
Esta entrada cuenta la historia de una berenjena, no una cualquiera, es la historia de la primera de mi huerto y espero que no sea la última.
La historia empieza la víspera del día de Reyes cuando, ya sin poder esperar más, me decidí a estrenar el nuevo germinador que me habían traído los susodichos (el año pasado debí ser muy buena y dar mucha lata con el huerto). Lo hice llena de ilusión. Había estado coleccionando vasitos de yogur, por aquello de ser ecológica al 100% y recopilando semillas de aquí y de allá. El caso es que con las de berenjena no lo tenía muy claro: las experiencias del año anterior fueron nefastas. El recipiente donde transplanté las plantitas era pequeño, la
tierra de mala calidad y donde las había ubicado no recibían el sol suficiente. El resultado fueron unas plantas endebluchas que no pasaron de los 10 cm y que ya un día de Septiembre, desesperada, me decidí a tirar a la basura.
Esta vez tenía mucha más información y me propuse que sería diferente. La verdad es que los principios no fueron del todo bien ya que las semillas que germinaron, que fueron bastante pocas, tenían un aspecto raquítico. Por más mimo con el que las trataba, no levantaban cabeza. Puedo pensar que era porque las semillas habían perdido poder de germinación (el paquete estaba abierto desde el año anterior) o sencillamente porque aún era muy pronto, aún contando con mi maravilloso "germinator" como pasé a llamarlo. La cuestión es que mientras otras plántulas se desarrollaban de maravilla, mis incipientes berenjenas no lo llevaban nada bien.
A trancas y barrancas logré que sobrevivieran dos de ellas y se acercaba el mes de Marzo en el que tenía previsto ponerlas en su lugar definitivo. Miré con detenimiento mi arsenal de macetas y nada era suficiente. Después de mucho mirar por internet encontré estos sacos que vendian como plantadores de patatas, tenían muy buenas dimensiones (40cm de diámetro, 60cm de alto) y con una capacidad de unos 40 litros de sustrato.
Les puse una mezcla a base de tierra de buena calidad , 20% humus de lombriz y 10% de estiércol de caballo.
Algún susto tuve en Abril con unas lluvias demasiado abundantes que por poco me ahogan las plantitas supervivientes, pero lograron salvarse. Cuando llegó el mes de Mayo tenían el suficiente tamaño como para tener que elegir entre una de las dos (cosa que da siempre mucha pena, por lo menos a mi...) lo que llaman el aclareo. Elegí la planta más grande y le coloqué una caña como tutor.
El resultado ha sido muy satisfactorio, como podéis observar en las fotos. La planta se ha puesto bastante grande y está llena de flores que prometen buena cosecha. Aunque la protagonista de la historia es esta que ahora os pongo en primer plano: una hermosa berenjena, brillante, regordeta y sana. MI PRIMERA BERENJENA!!
Este es el gratificante final al que podemos llegar los que cultivamos con todo nuestro cariño, trabajo y dedicación. También puede ser que, como me ocurrió el año pasado, no logréis un buen fruto, pero esto no tiene por qué impediros intentarlo de nuevo.
La cocinamos a la plancha bien tostadita y como remate, un buen chorrito de aceite de oliva. Estaba deliciosa! Con ese sabor que solo conocemos los que tenemos más de 40 años o los que viven cerca del campo y que hoy en dia, en las ciudades, ya no se encuentra. A mi marido y mis hijos, que no son de mucha verdura, les encantó y a todos nos supo a poco.
Menos mal que en la mata quedan algunos frutos y flores que nos sugieren que repetiremos el festín y que ese momento no está muy lejos.
Espero que os haya gustado esta historia y si queréis hacernos algún comentario o sugerencia ya sabéis, serán muy bien recibidos.
Hasta la próxima entrada!!
OLGA
2 comentarios:
Magnífica historia y qué buena pinta esa berenjena!!!
Esperamos más historias y más fotos de ese bonito huerto...
Me alegro de que te guste, Alberto. Para la siguiente estás invitado!!
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